Luego de una proyección privada de “La hermandad” en LA GACETA, representantes de distintas generaciones que estudiaron en el colegio se sumergieron en la nostalgia y la reflexión, con mirada crítica sobre la historia y el presente de la institución. Coinciden en que el filme provocará polémicas.

> CARLOS ALSINA (Egresado 1976)

LO INDIVIDUAL FRENTE A LO COLECTIVO

Para mí la película significó un viaje emotivo, que en mi caso es aumentado por la distancia (vive casi todo el año en Italia). Una de las palabras que el Gymnasium me enseñó es “crítica”. La película me hizo dar cuenta de la mirada que 40 años atrás había sobre el campamento, que tiene cosas en común con esta película y otras diferentes. Yo viví los campamentos como algo más colectivo, en los juegos y competencias, que aquí son más individuales. Hay una fraternidad que la película transmite y me emociona, pero también muestra cierta violencia. Es decir que muestra lo real sin embellecerlo y eso es muy positivo. Que cada uno saque sus conclusiones. Esas experiencias vitales me dejaron enseñanzas inolvidables. Recuerdo que una vez atravesábamos el funicular, en el cerro, y muchos teníamos miedo de pasar por esas vías que abajo tenían una hondonada de 30 metros. Ricardo Salinas, un compañero que desapareció durante la dictadura, nos dijo que tener miedo es muy humano y había que aceptarlo sin vergüenza. Que los que teníamos miedo cruzáramos por debajo. Me emocionó mucho la actitud fraternal de los mayores con los más chicos en las escenas en que les dicen al oído que aprovechen el tiempo que les queda en el colegio y lo vivan al máximo. Eso equivale a decir “aprovechá la vida del mejor modo que puedas”.

DANIEL YEPEZ (Egresado 1970)

LA EDUCACIÓN MEDIANTE LA EXPERIENCIA VITAL

En los planes de estudio de las escuelas experimentales, el campamento y las giras eran el complemento del aprendizaje en el aula, a través de la experiencia que es vital. Estando en Balcozna, una vez destruimos un campo de trigo sin saber y después ayudamos a los lugareños a cosechar ese trigo roto. En sus comienzos, el Gymnasium elegía los lugares del campamento porque histórica y geográficamente significaban algo. Había intercambio con la comunidad del lugar, cosa que ahora no ocurre. Veo que hay tradiciones que se fueron encerrando en sí mismas y vaciándose de contenido. En la película se habla de la no violencia y a la vez se muestran juegos agresivos e individualistas. Los chicos lloran una muerte individual. En los ‘70 llorábamos los muertos sociales. La educación de la adolescencia es el nudo del sistema educativo. Es la etapa en que se construye la identidad, porque entre los 12 y los 18 años se incorpora aquello que está más allá de la instrucción educativa. Por eso los egresados nunca nos olvidamos del colegio, como sucede a mí, que ya tengo 65 años. Con el tiempo fue dejando de ser experimental y piloto porque ya no aplica nuevas pedagogías ni nuevos cambios, para que después se los transfieran al sistema. Curiosamente, las tradiciones, por más criticadas que estén, fueron lo que le permitió al colegio resguardar su espíritu original. Porque en lo presupuestario, estas instituciones fueron abandonadas por la Universidad desde hace 40 años. En 1987, con la Ley Stubrin, los profesores echados por la dictadura militar tenían que volver a las aulas y se debía despedir a todos los que estuvieron usurpando sus cargos. No se lo hizo. Y en el colegio no se restituyeron los profesores con dedicación exclusiva.

IGNACIO GOLOBISKY (Egresado 1989)

ANTES EL JUEGO DEL ZORRO ERA MÁS VIOLENTO

La narrativa tiene que ver con los dos extremos: los que ingresan y los que se van. Tiene cierta disrupción en su forma. No es una película como las que estamos acostumbrados, de “autobombo” de un colegio, de descripción de los campamentos, sino que plantea cuestiones que son universales, como el paso de la niñez a la adolescencia. Me viene a la memoria una película que veíamos en el colegio, que hizo Gerardo Vallejo (quien era egresado del Gymnasium) sobre el campamento que se realizó en Balcozna en 1965 y que incluía una visión social: mostraba los rostros de los campesinos del lugar y el carneo de una vaca, por ejemplo. Lamentablemente, está perdida; dicen que la copia que teníamos se quemó. Yo ingresé en 1982 y egresé en 1989. El juego del Zorro era mucho más violento que esto que se muestra en el filme. Se había convertido en una lucha a brazo partido para ganar el juego. Y el bautismo también era más violento. Ahora, según se ve,  prevalece lo individual ante lo colectivo. Nosotros jugábamos al intertribus (el colegio se dividía en cuatro tribus que competían en deportes), a la búsqueda del tesoro, corríamos el cross-country… Eso no existe más, aunque no digo que lo pasado haya sido mejor que lo actual. En la relación de los más grandes con los chicos hay algún componente militar, comparable a las humillaciones de los conscriptos por parte de los superiores en el Ejército. Eso generará críticas de quienes lo vean desde afuera. Aquí se lo muestra tal como es y seguramente va a impulsar un debate. Pero yo sí veo, y se lo ve en la película, que la esencia del Gymnasium se transmite de generación en generación y nos atraviesa a los egresados de todas las épocas.

JUAN P. LICHTMAJER (Egresado 1991)

IMÁGENES QUE ESTIMULAN EL DEBATE Y LA REFLEXIÓN

Me parece muy bien la dedicatoria al profesor Germán Torrens (fue docente y directivo del colegio durante varias décadas), porque el campamento surge de una idea de gobierno estudiantil, aunque suene un poco utópico eso del gobierno del pueblo por sí mismo. Es una película que hace sentir y hace pensar. Seguramente va a generar debate. A partir de lo que hemos visto en la pantalla, hablamos de la educación, de la sociedad y de otros temas que el hecho artístico nos estimula a discutir. Y más que el comparar con el presente ese tiempo pasado que fue mejor, cabe plantearnos cómo hacer que el futuro también sea mejor.  Hay una frase que se escucha: “nadie nace sabiendo vivir”, que recuerda a la letra de “Desarma y sangra”, de Serú Girán. La película es tan paradójica como la vida. Los protagonistas están solos y juntos a la vez. Hay cosas que dan miedo, pero a la vez está el acompañamiento. Y hasta el tema de las “fake news” está presente cuando se menciona el rumor del secuestro de Lionel Messi. Los chicos tienen una experiencia vivencial alejada de lo virtual. Es un viaje. Y, como todo viaje, después uno no es el mismo que antes. La producción es un testimonio que permite que el espectador común también se sienta identificado aunque no haya cursado en el colegio. Todos hemos sido niños y adolescentes. Es interesante cómo se simbolizan cosas que no se pueden decir, a veces, porque nos generan angustia.

TOMÁS GONZALEZ (Egresado 2015)

TRADICIONES QUE CAMBIAN PARA MEJOR

El primer campamento es una experiencia desconocida para los más chicos, no saben con qué se van a encontrar. La película ayuda a ponerse en su lugar y ver cómo afrontan eso.

Hay tradiciones que van cambiando según la decisión de las distintas promociones. El nuestro fue el primero en que no se usó pintura en aerosol y empezamos a usar témpera. Cuando llegó el turno de hacer nuestro bautismo, hubo una gran polémica porque los docentes trataban de hacernos entender que el uso de la pintura en aerosol no era obligatorio por el sólo hecho de que fuera una tradición.

OLIVERIO LÓPEZ (Egresado 2015)

EL EJERCICIO DE LIDERAZGO Y LA MIRADA AUTOCRÍTICA

El campamento también es el último proyecto que tiene un alumno gymnasista. Es un pequeño ejercicio de gobierno durante ocho días. Ese espíritu de liderazgo y de gestión va siendo desarrollado desde esa edad en los más chicos. Y el pensamiento crítico que el Gymnasium nos da, permite que critiquemos al mismo colegio de una forma positiva, que ha hecho que en muchos aspectos avance en el tiempo. Egresados de otras épocas nos cuentan que antes el juego del Zorro era más violento. Creo que el colegio no ha perdido lo experimental, que hay cambios como el ingreso de mujeres, y así también se van a diluir tradiciones para que surjan otras nuevas.